DOMINGO
El cielo plomizo de Cohieyolán no auguraba buen clima en la
tarde de domingo, pero todos sabíamos que el calor iba a estar de todas maneras
en el pueblo. Boleteros volvía a ser local en primera y los murmullos de toda
la semana así lo confirmaban, el frenético andar de los autos en las pocas
calles asfaltadas del centro lo aseguraban (bueno, “frenético” es una manera de
decir), los banderines en los comercios que se multiplicaron en los últimos
meses pero sobre todo en las últimas semanas no dejaban lugar a la duda: el
domingo sería día de fiesta roja.
Después de un año extraño para la población minera, con
Boleteros en la segunda división, el inicio del 2018 había sido muy bueno
obteniendo una victoria como visitante ante un equipo no tan fuerte (Ciclista
Platense), pero la segunda fecha no podía tener más condimentos: la vuelta al
“Ciudad de Cohieyolán” y ni más ni menos que contra el bicampeón, quien había
salido victorioso en el debut y metiendo seis goles en su cancha.
ANSIEDAD
La cancha, el estadio, está impecable: el pasto verde, corto y casi parejo, los postes del alambrado de un blanco reluciente y detalles rojos en las puntas, todas las banderas del pueblo detrás del arco que da al Este, el portón con la bisagras aceitadas y el fuego de los choris ya encendido.
Los muchachos de la primera ya están con sus camperas (las que mandaron a hacer este año) y los bolsos de cada uno (algunos tienen un modelo de bolso del club, que se hizo hace un tiempo) esperando a que los chicos se cambien a las apuradas y dejen el vestuario local disponible. Pita el árbitro y todos aplauden al equipo, incluso los que no saben de la derrota ante la reserva de San Borombón, probablemente además del respeto a los jóvenes jugadores, haya mucha ansiedad en cada golpe de palmas.
EL PARTIDO
Muchos papelitos, mucho humo rojo y bocinazos de los autos
que pudieron entrar al estadio acompañan la salida de “los Paisanos” en su
debut de local, los once miran el arco de las banderas y saludan con los brazos
en alto como si hubiera una gran bandeja repleta de barras aunque sean los
chicos de la 5ta categoría, amigos y familiares los que copan el “Ciudad” en
tres costados (el cuarto es la sección habilitada para el visitante).
El juego empezó de la peor manera, Emanuel Nielsen expulsado
por una falta en la mitad de la cancha con la subsiguiente protesta desmedida
al árbitro Vulpiano (doble amonestación) y el gol de tiro libre (al ángulo del
palo de la barrera) de Néstor Unze. Silencio. A los pocos minutos Diego
Domínguez empata tras un córner que la defensa “Monaguilla” no puede sacar,
reventando el arco de Ceferino Cortés y los colores vuelven a las caras de los
asistentes. Sobre el final del primer tiempo el goleador local pone el dos a
uno y explotan las bocinas y los tradicionales cantitos que quedaron del
mundial 78 y algunos “nuevos” del 86. El
mismo Pedro Baldera marca el tres a uno a cuatro minutos del final en un
contragolpe muy bien manejado por Juan Pablo De Luca que supo encontrar el
pique al vacío del nueve con un pase en diagonal al espacio que dejaban los
zagueros, quienes ya iban a buscar al área rival como delanteros alternativos.
Tanta fue la alegría de la parcialidad Paisana, que apenas se enteraron del
descuento de Gerardo Castro para darle cifras definitivas al match.
EL DESAHOGO

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