Por Juan Gabriel Paz, para “Goleada informativa”, FM MolinoTorneo de Segunda DivisiónDeportivo Belgrano 3: Cardozo; Cardila, Pietrocola, Arzubialde, Ríos; Marino, Kostka (Narváez), Maciel, Avirá; Rossi (Navarro), Sarrevecea. DT CirentiGeneral González 2: Weigand; Stornelli, Peralta, Eguren, Torres (Figueroa); Russo, Acuña, Danielson, Itoles (Sottore); Gisande, Guanca (Acosta). DT CapsoÁrbitro: Narciso Rivaduglia, Bien.Estadio: “Colegio Nacional”, Bueno.Hora de inicio: 16.06.Goles: 16 min. Arzubialde (DB); 22 min. Rossi (DB); 39 min. Sarravecea (DB); 51 min. Danielson (GG); 62 min. Gisande (GG).
Muchas veces
escuchamos decir que tal delantero fue el héroe del partido porque convirtió el
gol de la victoria; o el arquero lo fue por salvar una pelota que iba al
ángulo. Sin embargo, ellos y tantos otros en situaciones similares no hicieron
más que aquello por lo cual se los eligió para jugar un partido de fútbol.
Para los griegos,
el concepto de héroe aludía a aquel que, sabiendo que llevaba las de perder, se
atrevía a la empresa. El que sabía que el oponente tenía fuerzas superiores, o
las circunstancias eran desfavorables. Sin embargo, arriesgaba todo lo que
tenía para salvaguardar la integridad de su pueblo.
Tal es el caso de
Cardila, el marcador lateral derecho de Belgrano. A lo largo de su carrera
alternó Primera con Reserva, y no pocas veces presenciando el match desde el banco de suplentes. Nunca
inscribió su nombre en los títulos de “El Atalaya”, ni convocó con su actuación
a periodista alguno que deseara registrar su voz analizando el juego tras una
destacada actuación. Me cuentan que desgrana sus horas, de lunes a sábado, tras
el mostrador de su despensa. Luego del entrenamiento, regresa a su casa para
compartir la cena con su familia. Y los domingos, siempre libres porque juega
los sábados, sale a pasear o a visitar amigos y familiares.
El cotejo pintaba
tranquilo para los locales. El primer periodo fue un trámite que envió al
descanso a un equipo cómodo y al otro preocupado. Sin embargo, la segunda mitad
fue otro partido. Los visitantes, seguramente incentivados por su entrenador,
salieron a comerse la cancha. Cardozo tuvo que revolcarse mucho, pero no pudo
con todas las pelotas. Faltando 20 minutos el partido estaba 3 a 2 y los de Capso
ya eran una tromba que azotaba la portería local. Los simpatizantes de Belgrano
miraban el reloj insistentemente y afrontaban con desesperación los embates de
la delantera adversaria, para resollar con alivio tras cada despeje.
El momento
decisivo llegó a los 44 minutos. Inexplicablemente, la defensa local salió a
acompañar un ataque aislado, quizás convencida de que podía ser la oportunidad
de liquidar el partido. No obstante, Marino la perdió y Russo la jugó
rápidamente con Acosta. El puntero corrió velozmente por la banda derecha, dejó
atrás sin dificultad a Arzubialde y a Ríos y, tras gambetear a Cardozo, definió
al primer palo.
Todos vieron cómo
la pelota corría decidida hacia la red, para poner como diría cualquier crónica
que se precie, “justicia en el marcador”. También la vio Cardila. Con lo que le
quedaba de energía, después de correr y meter durante 90 minutos (y trabajar
mucho y entrenar poco), picó decidido al encuentro de la pelota. El punto en el
cual se cruzaban sus caminos estaba a centímetros del poste izquierdo de la
portería. Todos percibimos que la velocidad de la pelota no le permitiría
llegar a tiempo. El único recurso que le quedaba era barrer con los pies hacia
adelante para chocarse con ella y desviarla. Pero también entendimos que, si lo
hacía, detendría su derrape contra el hierro. Él también lo entendió, en la
escasa lucidez que otorgan los minutos finales. A pesar de eso, asumió el
riesgo. Se lanzó resuelto con los pies hacia el frente, dejó una huella oscura
en la gramilla, interceptó el envío y continuó su deslizamiento, hasta que sus
huesos se encontraron con el parante. El estruendo resonó en todo el estadio,
en medio de los “¡oh…!” de los espectadores. Luego, el pitazo que marcaba corner, el llamado a la asistencia
médica, los compañeros y adversarios que acompañan la camilla y el protagonista
retirándose con la cara tapada por sus manos, envuelto en firmes aplausos.
Así gozó y sufrió
Cardila el partido, su partido. No hubo entrevista (quizás la próxima vez que
me toque cubrir su partido), tal vez alguna foto desde el celular de algún
espectador. Al menos va el homenaje a este héroe pequeño, marginal, anónimo,
que ofreció lo que tiene como don en la cancha, para la alegría de sus
compañeros, de parte de esta olvidable musa.
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