domingo, 12 de abril de 2020

Héroe


Por Juan Gabriel Paz, para “Goleada informativa”, FM MolinoTorneo de Segunda DivisiónDeportivo Belgrano 3: Cardozo; Cardila, Pietrocola, Arzubialde, Ríos; Marino, Kostka (Narváez), Maciel, Avirá; Rossi (Navarro), Sarrevecea. DT CirentiGeneral González 2: Weigand; Stornelli, Peralta, Eguren, Torres (Figueroa); Russo, Acuña, Danielson, Itoles (Sottore); Gisande, Guanca (Acosta). DT CapsoÁrbitro: Narciso Rivaduglia, Bien.Estadio: “Colegio Nacional”, Bueno.Hora de inicio: 16.06.Goles: 16 min. Arzubialde (DB); 22 min. Rossi (DB); 39 min. Sarravecea (DB); 51 min. Danielson (GG); 62 min. Gisande (GG).


    Muchas veces escuchamos decir que tal delantero fue el héroe del partido porque convirtió el gol de la victoria; o el arquero lo fue por salvar una pelota que iba al ángulo. Sin embargo, ellos y tantos otros en situaciones similares no hicieron más que aquello por lo cual se los eligió para jugar un partido de fútbol.
    Para los griegos, el concepto de héroe aludía a aquel que, sabiendo que llevaba las de perder, se atrevía a la empresa. El que sabía que el oponente tenía fuerzas superiores, o las circunstancias eran desfavorables. Sin embargo, arriesgaba todo lo que tenía para salvaguardar la integridad de su pueblo.
    Tal es el caso de Cardila, el marcador lateral derecho de Belgrano. A lo largo de su carrera alternó Primera con Reserva, y no pocas veces presenciando el match desde el banco de suplentes. Nunca inscribió su nombre en los títulos de “El Atalaya”, ni convocó con su actuación a periodista alguno que deseara registrar su voz analizando el juego tras una destacada actuación. Me cuentan que desgrana sus horas, de lunes a sábado, tras el mostrador de su despensa. Luego del entrenamiento, regresa a su casa para compartir la cena con su familia. Y los domingos, siempre libres porque juega los sábados, sale a pasear o a visitar amigos y familiares.
    El cotejo pintaba tranquilo para los locales. El primer periodo fue un trámite que envió al descanso a un equipo cómodo y al otro preocupado. Sin embargo, la segunda mitad fue otro partido. Los visitantes, seguramente incentivados por su entrenador, salieron a comerse la cancha. Cardozo tuvo que revolcarse mucho, pero no pudo con todas las pelotas. Faltando 20 minutos el partido estaba 3 a 2 y los de Capso ya eran una tromba que azotaba la portería local. Los simpatizantes de Belgrano miraban el reloj insistentemente y afrontaban con desesperación los embates de la delantera adversaria, para resollar con alivio tras cada despeje.
    El momento decisivo llegó a los 44 minutos. Inexplicablemente, la defensa local salió a acompañar un ataque aislado, quizás convencida de que podía ser la oportunidad de liquidar el partido. No obstante, Marino la perdió y Russo la jugó rápidamente con Acosta. El puntero corrió velozmente por la banda derecha, dejó atrás sin dificultad a Arzubialde y a Ríos y, tras gambetear a Cardozo, definió al primer palo.
    Todos vieron cómo la pelota corría decidida hacia la red, para poner como diría cualquier crónica que se precie, “justicia en el marcador”. También la vio Cardila. Con lo que le quedaba de energía, después de correr y meter durante 90 minutos (y trabajar mucho y entrenar poco), picó decidido al encuentro de la pelota. El punto en el cual se cruzaban sus caminos estaba a centímetros del poste izquierdo de la portería. Todos percibimos que la velocidad de la pelota no le permitiría llegar a tiempo. El único recurso que le quedaba era barrer con los pies hacia adelante para chocarse con ella y desviarla. Pero también entendimos que, si lo hacía, detendría su derrape contra el hierro. Él también lo entendió, en la escasa lucidez que otorgan los minutos finales. A pesar de eso, asumió el riesgo. Se lanzó resuelto con los pies hacia el frente, dejó una huella oscura en la gramilla, interceptó el envío y continuó su deslizamiento, hasta que sus huesos se encontraron con el parante. El estruendo resonó en todo el estadio, en medio de los “¡oh…!” de los espectadores. Luego, el pitazo que marcaba corner, el llamado a la asistencia médica, los compañeros y adversarios que acompañan la camilla y el protagonista retirándose con la cara tapada por sus manos, envuelto en firmes aplausos.
    Así gozó y sufrió Cardila el partido, su partido. No hubo entrevista (quizás la próxima vez que me toque cubrir su partido), tal vez alguna foto desde el celular de algún espectador. Al menos va el homenaje a este héroe pequeño, marginal, anónimo, que ofreció lo que tiene como don en la cancha, para la alegría de sus compañeros, de parte de esta olvidable musa.

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