jueves, 26 de marzo de 2020

La tarde de Baroletti


Ciclone 19 0 vs 0 Southowns


Primer sábado de liga y la fiesta comenzó temprano en las inmediaciones de Güemes y Ceferino Gómez, los trapos azules y marrones colgaban de las ventanas y en los postes de luz como lo hicieran en el siglo pasado, los puestos de comidas ya se armaban y los locales que no tienen nada que ver con el fútbol, ni siquiera se molestaron en abrir, excepto uno.
La Zapatería Baroletti, como todos los sábados en los que hay partido del Ciclone, abrió sus puertas de par en par, encendió las máquinas del taller y tuvo en la sonrisa enmarcada en el frondoso bigote blanco de Robertino Baroletti la señal de que había fútbol en González, de que volvían Los Tanos a pisar el verde césped. Obviamente sin saber lo que iba a suceder a partir de las cuatro de la tarde me detuve a saludar a Robertino como hacía mucho, él y su esposa Beatriz siempre fueron muy gentiles con todos los que por algún motivo nos acercamos a la cancha de Ciclone o a alguno de sus jugadores, y nunca está de más agradecer los gestos bienintencionados.
No puedo asegurar que la cancha estuviera con más gente de lo que es habitual, los datos de la venta de entradas no fueron suministrados, pero se percibía en el ambiente una densidad de población superior a la que recordaba, sobre todo en partidos del Southowns, un equipo nuevo que apenas es acompañado por los familiares de los futbolistas y algún allegado. Quizás la ansiedad, la misma que me hizo mirar el reloj en el celular a las 16:01 ya impaciente, apenas tres minutos antes de que comenzara a rodar la pelota, haya sido la culpable.
Sorpresivamente para todos el equipo visitante salió decidido a atacar, Harada, McConnel y Letamendi manejaban a gusto y placer el ritmo del juego y el mediocampo del San Cristóbal. Los primeros minutos fueron de especulación y estudio mutuo, pero con la pelota siempre en poder de los de rojo (¿es rojo el color de esa camiseta?). El primer remate de “los de la Play” se fue desviado a los dieciocho del primer tiempo, Ismael Moyano corrigió cuestiones urgentes en sus compañeros de defensa y Baroletti se limitó a acomodar la pelota para pegarle fuerte y alto buscando que se pierda en el sol para después caer en el pecho de Crase, que no pudo controlar con precisión y volvió a entregar la posesión del útil al rival. El primer tiempo no tuvo más que alguna corrida de Letamendi por un lado, y al propio Crase peleando con la numerosa y férrea defensa del Southowns sin fruto destacable. El silbatazo del juez del match para indicarnos que teníamos quince minutos para pagar, encargar, esperar y empezar a comer el choripán religioso de la cancha casi que fue un alivio.
La segunda parte, con el estómago activo y las expectativas renovadas se inició con un tiro de Guillermo Rizzutti que pretendió sorprender a Baroletti, pero que el “uno” de Ciclone sacó sin demasiada dificultad por arriba del travesaño, el córner que siguió cronológicamente al disparo de Rizzutti también murió en las manos del joven portero. Agustín Baroletti tuvo otras tres intervenciones claras en el transcurso del complemento: un mano a mano contra Martín Lacamer que amortiguó con su pecho para arrojarse después sobre el balón, un anticipo en el primer palo tras un centro rasante de Mateo Novillo que se había ido al ataque y la más espectacular, una tapada a mano cambiada cerca de su ángulo superior derecho tras un tiro libre impecable de Lihué Medina (cuándo no). La actuación del “chino” Harada (Southowns) era lo más sobresaliente además de las tapadas del guardameta local, llevando a su equipo cerca del área grande de Ciclone y tratando de encontrarse con sus delanteros, que no tuvieron una gran tarde.
Ya en tiempo cumplido (incluídos los tres que había adicionado el referí por los seis cambios) Genaro Vidal (que había reemplazado a Lacamer) se metió en el área y cuando estaba a punto de rematar para darle la victoria a su escuadra un apresurado Donato Ramos lo bajó de atrás sin ninguna intención (ni posibilidad) de llegar a la pelota: penal para Southowns.
Juan Carlos Harada tomó el balón y lo acomodó en un movimiento en el punto que se ubica a doce pasos (eso dicen)  de la línea de meta, miró a Agustín Baroletti a los ojos y parado recto a la pelota comenzó su carrera hacia la pelota, llegó pesado al último paso previo al remate, abrió su talentoso pie derecho y disparó a la izquierda del arquero. Agustín Baroletti ya volaba con ese mismo destino, buscando con las dos manos la Nassau que se aproximaba mansamente a sus guantes. “Lo atajó!” le gritó en el oído la señora que cobra en la cantina de Ciclone al parrillero que no había querido ver y estaba apoyado en la mesa donde se corta el pan (bueno, y los chorizos y todo lo que haya que cortar), la parcialidad local explotó en un solo grito que hizo que el pitido del final del encuentro apenas se escuchase.
Fue cero a cero, nadie pudo disfrutar mucho de este primer partido, bueno casi nadie. Cuando salí del San Cristóbal pensé en Baroletti, ¡qué tarde había tenido! A pedir suyo. Un sábado de sol, una tarde con movimiento, un encuentro de fútbol en su barrio y lo más importante: los mates post partido con su hijo Agustín, el héroe del equipo de su corazón.

Matías Batallini

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los Resultados de la 8ava