martes, 9 de junio de 2020

Los zombies de la plaza

Islander Port 0 vs 0 Deportivo Sueco


Islander recibía a los suecos en el Hugh Town. Duelo de clubes con los que soñaron inmigrantes cercanos al Polo Norte que dieron con sus huesos en una pequeña estación del interior del interior bonaerense. Derby del Mar del Norte reproducido a escala pequeña en este General González enclavado en un llano e interminable mar de tierra fértil y nada de agua salada.

Algo de aquellas culturas, sin embargo, es posible que haya sido legada por algún fenómeno difícil de comprender a quienes hoy visten las casacas de Islander Port y Deportivo Sueco. De lo contrario no se explica la frialdad, casi el desapego, con que encararon el encuentro. Los suecos tenían aún la remota posibilidad de pelear la punta, pues arrancó el juego a cuatro unidades de los punteros faltando nueve por jugar. Ambos deben sumar todo lo posible si no quieren quedar complicados en la tabla general donde a fin de año acecha el temido descenso.

El toque atrás para el pelotazo largo desde la zona defensiva para que los delanteros peleen eso que hoy se llama segunda pelota fue la regla del juego. Hubo algunas aproximaciones tímidas a los arcos, algún centro intencionado, algún disparo lejano y casi de compromiso. Juego monótono, uniforme, hipnótico.

Acaso porque desde el campo de juego nada transmitían más que gélida eficacia defensiva y nula inspiración para el ataque, los pocos hinchas que se acercaron al campo de juego de los ingleses comenzaron a dejar el estadio. Pero, curiosamente, o no tanto por lo poco que sucedía, este fenómeno no ocurrió en los últimos cinco o diez minutos como es bastante habitual en quienes quieren regresar al hogar como para poder meter una ronda de mate y que no se les encime con la cena. Empezó a verificarse en el primer tiempo. Allá por los 15 o 18 minutos de la etapa inicial se empezaron a ir.

Se levantaban del espacio que ocupaban en las gradas, había poca gente y nadie estaba de pie, y enfilaban a paso lento pero sin pausa a la salida. En pequeños grupos de tres o cinco personas. Algunos dejaban olvidada la bolsa de maní o alguna mandarina que habían llevado para entretenerse durante el partido.

Así siguió durante todo el partido. Faltando pocos minutos se vació el estadio por completo. La percepción, bastante aterradora, fue que quedamos solamente los planteles, el equipo arbitral y este escriba en un estadio que se tornó fantasmal.

Fue en ese momento en que llegó el mensaje por celular. Algunos cientos de gonzalenses, muchos ataviados con los colores de los cuadros que se enfrentaban en el Hugh, estaban de pie en la plaza San Martín mirando fijo el cielo. Nadie se movía. No se escuchaba ningún sonido. Al menos eso contaba por Whatsapp un amigo que aparentemente estaba presenciando la escena.

Terminado el encuentro, quisimos obtener declaraciones de los futbolistas. No las hubo.



El oficio y el olfato periodístico invitaban a marchar urgente a la plaza. Talvez por excesivo celo profesional elegimos regresar a casa y enviar la crónica a la redacción.

“Cero a cero suecos e ingleses”, propusimos como título.

Difícil que alguien la haya leído. Hoy todos hablan de los zombies de la plaza.

Diego Joy

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