miércoles, 20 de mayo de 2020

El Profesor

San Borombón 0 vs 0 STK


Llegamos justo media hora antes del inicio del partido. Los jugadores calentaban en el campo de juego, las tribunas se iban poblando de a poco. La gente colgaba sus banderas del alambrado. En el aire ya se sentía el perfume característico del choripán. Todo estaba en orden.

Nos ubicamos en el mismo exacto lugar de siempre, rodeados de las mismas caras. El Mosca saludaba a todo el mundo y me volvía a presentar a cada uno de ellos. Me daba cierto pudor porque me presentaba como “mi amigo, el escritor”.

Saqué mi cuaderno para tomar apuntes. El Mosca lo vió y dijo:

- Vos te podrías llevar bien con El Profesor.

- ¿El Profesor? ¿Quién es?

Mosca se dio vuelta hacia los escalones más altos. Detrás de él había un señor que llevaba un abrigo algo antiguo. Mosca se puso de pie e intercambió el lugar con el hombre mediante un gesto rápido y preciso. El hombre del abrigo quedó a mi lado. Me miró, sonrió y me estiró su mano:

- Germán, mucho gusto.

- Nacho, lo mismo digo.

El Mosca, atento a la presentación, nos palmeó la espalda en simultáneo y nos tomó de los hombros.

- Profesor, este es un amigo mío, viene de Buenos Aires. Es escritor también.

El Profesor me mostró una nueva sonrisa, pero ésta fue un poco más incómoda.

Los equipos salieron a la cancha. Y nos sometimos al folklore de recibirlos. Papelitos, bombos, pirotecnia y cantitos pidiendo que ganen y salgan campeón.

Nos sentamos. Pensaba en eso de “es escritor también” que había lanzado Mosca. Sobre todo, en eso de “también”. El Profesor sería escritor, supuse.

El partido se largó y entró en la lógica de locales y visitantes. STK se abroquelaba al fondo esperando al rival y atento a un posible contragolpe. San Borombón dominaba la pelota y, desde el medio campo, abría la cancha para generar espacios suficientes y así romper líneas. El 5 de los Monaguillos, Castro, no lograba asociarse con Mori. El volante, el jugador numero 10, no recibía el balón y las posibilidades de distribuir juego se caían en cada pase interceptado.

- Ese 5 es bueno. Pero en la Reserva hay un pibe que es crack. Tiene mucho futuro, la verdad no sé porque no lo ponen. –comentó El Profesor.

Lo miré detenidamente. Le veía cara conocida, no me podía dar cuenta a quién.

- No lo conozco a ese que dice. Castro es bueno, pero hoy no puede conectar con los volantes de ataque. Lo están marcando muy bien. -dije en defensa del jugador central.

- Sibaro se tiene que dejar de joder y poner de una buena vez por todas a Juan Salvo.

- ¿A quién?

- Al 5 de la reserva, al pibe que te digo.

El partido anduvo por ese andarivel. Mori tuvo que retroceder en la cancha para recuperar la pelota. En el avance más efectivo de todo el primer tiempo logró conectar con Falduto, el 8, el mismo con quién bien se había asociado en el partido anterior. Falduto tocó de primera hacia adelante y Mori corrió y peleó la pelota con el 3 visitante. Le ganó la posición y logró meter un sablazo desde afuera del área. La pelota, la muy turra, se fue apenas por encima del travesaño.

Fin del primer tiempo.

Oportunidad de hablar con El Profesor. Mosca ya había avisado que se iba por unos choripanes, nos ofreció y declinamos la invitación.

- Discúlpeme, cuando nos presentaron, entendí que usted escribía, ¿Es así? –pregunté.

- Si, pero escribo guiones nada más.

- Que interesante. ¿Guiones de cine?

- De historieta. Hago historietas, comics como le dicen ahora.

- ¡Qué bueno! Me gustan las historietas. ¿Hizo alguna que podría haber leído? –pregunté curioso.

- Supongo que sí.

La conversación se interrumpió debido a que empezaba el segundo tiempo.

Mas lo miraba al Profesor, más conocido me parecía.

- ¿De qué se tratan sus guiones? –sé que la pregunta fue muy amplia. Es como si le preguntara a un jugador de futbol que hace dentro de un campo de juego. Pero mi curiosidad pudo por encima de esa imprecisión.

El partido seguía empantanado en el cero. San Borombón desperdiciaba una oportunidad detrás de otra.

- Las historias que escribo, básicamente, hablan de lo mismo que todas las demás. De la muerte, de la vida, del amor, de la tragedia, de la traición. Eso puede trasladarse a la guerra, a una invasión extraterrestre, una casa dominada por alienígenas, un anticuario que descubre a un personaje inmortal. Y así, cientos de historias. La valentía y la codicia nunca quedan afuera de mis textos.

Quedé asombrado. El Profesor había logrado despertar mi curiosidad y quería leer todo lo que escribía.

- ¿Y vos que escribís? –me preguntó sorprendiéndome.

- Ah, no nada que ver con lo suyo. Lo mío va por el lado de la crónica de los partidos de fútbol o algún que otro cuento.

El Profesor asintió en silencio.

Lo miraba y no podía darme cuenta a quien se parecía.

El partido terminó en empate. Aburrido, trabado en el medio. Ambos arqueros no tuvieron mayores inconvenientes durante el desarrollo de los 90 minutos.

Guardé el cuaderno en mi mochila. El Profesor se despidió con una palmada en mi hombro y desapareció entre la multitud.

Mosca se apuró a colocarse al lado mío mientras desconcentrábamos.

- ¡Como lo chamuyaste al Profe, eh! –se burló el Mosca.

Me reí de su ocurrencia. Y ahí vino el estallido en mi cabeza.

- ¡Kirk!

El Profesor era igual al Sargento Kirk, aquel extraordinario personaje creado por Oesterheld y dibujado por el maestro Hugo Pratt.

Y un viento me pegó en la cara, al mismo tiempo que empezaron a caer unos copos de nieve…


Nacho LaMadrid




A la memoria de Héctor German Oesterheld.

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