martes, 12 de mayo de 2020

El verdadero dueño del joystick

Southowns Utd. 2 vs 3 Pescadería Carnevale



El de los botines negros. El de la cabeza levantada, la pausa justa y la decisión acertada. El que valió hasta el último peso de la entrada que pagaste para estar en el “Facundo Bazzi”. Él fue quien hizo la diferencia final para que Pescadería Carnevale arrebatara los tres puntos al cabo de un desenlace vibrante que surgió del ataque incisivo de “La V” y las rápidas salidas de contragolpe de un equipo “local” que junta a muchos tipos en el mediocampo.

En tiempos volátiles, donde la velocidad parece imponerse a la calidad; cuando el “se juega como se vive” del Flaco Menotti parece estar muy vigente, o donde los jugadores están más capacitados para auténticas carreras de atletismo que para detener la pelota y pensar, la producción que vimos por parte de D’alleva este fin de semana fue una bocanada de aire fresco. La manija del equipo fue el que le dio verdadero sentido a la idea de juego de Melcherián, porque tuvo creatividad para darle destino a cada pelota, porque la elección de cada pase siempre estaba a tono con lo que la jugada demandaba y porque el enganche sabe conjugar muy bien las máximas del fútbol: desmarque (en una parcela del campo que el Southdowns superpoblaba), control – pase y búsqueda de la triangulación, generalmente con el bueno de Stéfano y Córdoba que se tiraba a la zona derecha del ataque (fórmula de la igualdad transitoria).

Pero más allá de la figura estelar de la tarde, la historia tuvo otros matices. Imprecisión alarmante por parte de ambos al principio; ‘yo te ataco y vos me respondés’ luego; y finalmente momentos de intensidad que encendieron el espectáculo, sobre todo a 20 minutos del cierre, cuando los dos (uno venía de empatar sin goles y el otro de caer 0-3) saboreaban que el empate era gusto a poco.

Pues bien, “La V” venía de caer duro ante Malvinas y necesitaba cambiar la imagen de su rostro. Supo golpear antes de la media hora de juego por un sablazo de unos 25 metros de Salinas y eso mejoró el trámite, porque “los de la play” se vieron desafiados a dejar esa postura timorata que se les conoce. Si bien al equipo le costó la creación de un circuito de fútbol para llegar al gol, el empuje y la garra suplieron esa carencia y los primeros 15 minutos del complemento fueron de ensueño: pase magistral de Caminos a los 6’, casi como pulsando la X, para que Novillo rompiera líneas y picara habilitado al empate, el que marcó cuchareando la globa ante el achique de Reynoso. Y cabezazo fulminante de Blanco entre los centrales como receptor de la trepada de Letamendi por derecha y un centro puesto como con la mano a la testa de su compañero.

Pero te lo dije de entrada, D’alleva tenía otros planes en su cabeza y el tipo regaló frialdad y exactitud en la parte más caliente del partido para darle una nueva vuelta al resultado y hacer delirar a los parciales de “La V”. Es que el tipo se rebeló contra todo: contra el score parcial; contra la marca escalonada de “la play” y contra el pasto seco y desparejo del “Bazzi” que es una invitación al juego aéreo. Pero no, el tipo firme en su postura, defendió sus convicciones apelando al regate y a la formación de sociedades, factor que decantó en el empate allá por la media hora tras el pivoteo de Córdoba y la llegada como pancho por su casa de Stéfano por derecha. Una respuesta nula de la defensa local y las cosas 2-2.

Pero parece que no le alcanzaba con ser el autor intelectual y decidió llevarse todas las luces sobre la hora. Nicolás Amilcar D’alleva, gonzalence, 26 años, soltero, de familia de Testigos de Jehová, amante de las aceitunas descarozadas con birra, zurdo, dorsal 10 y botines negros, entró por la calle del medio tirando paredes a uno y dos toques y fue derribado en el borde de la medialuna por un McConel que ya sentía un vago escozor en su cuerpo ante la proximidad con pelota dominada del rebelde. La secuencia que sigue, usted… el que no vio el partido ni lo escuchó, ya se anima a adivinarla: el verdadero dueño del joystick el domingo fue D’alleva, quien cargó la barra bien equilibrada de potencia y dirección y la clavó al ángulo, para apagar la play y llevarse la gran ovación de la tarde.






César Agustín Betancor

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