lunes, 4 de mayo de 2020

Poner el pecho

Southowns United 0 vs 0 Deportivo Belgrano


Por Juan Gabriel Paz, para “Goleada informativa


    La tarde de José Baruch, árbitro del juego, no me habilita a dudar de su honestidad. Sí de su coraje para afrontar determinadas circunstancias que lo pueden erigir en protagonista, en lugar de ayudarlo a pasar inadvertido.
    En un encuentro que amaneció tranquilo, con dominio en el mediocampo de los rojos locales y con pocas llegadas profundas, el colegiado vio una mano en el área visitante. El centrodelantero Harada ejecutó con violencia la pena, pero Cardozo desvió la pelota al arrojarse a su izquierda. Ya el clima se estaba enrareciendo en el Ramiro I.
    La segunda mitad comenzó con los de la play apretando en toda la cancha y adelantando sus líneas. “Todas las dudosas son para allá”, se leía en las caras de la parcialidad académica. Dudosa fue la falta de Pietrocola, que le costó la roja, por segunda amarilla, a los 60. También nos pareció excesiva la segunda a Sarravecea, cinco minutos después. Once contra nueve parecía predecir una victoria local. Otra vez, como la semana pasada, Cardozo se revolcaba y descolgaba centros. Hasta que Cirenti metió mano. Sacó al pibe Kostka, un tanto liviano y displicente y en su lugar reforzó el mediocampo con Narváez. Así pudo controlar un poco más las escasas posesiones de pelota. El volante pudo asociarse (o al menos lo intentó) con el experimentado Rossi. Por unos minutos lograron “entretener” el juego, pero los jóvenes del United siguieron atropellando, en todos los sentidos. Herrera entró en la zaga en sustitución del lesionado Arzubialde, quien recibió una patada descalificadora de Mc Connel, que salió impune. Arreciaba el ataque local. El entrenador albiceleste optó por cambiar la estrategia. En lugar de incluir otro defensor, puso a Gómez por Avirá, a los 75. El delantero, fuerte y pertinaz, obligó a la defensa local a estar atenta a sus corridas por todo el frente de ataque. Ir al choque, correr y meter son las especialidades del corpulento atacante, que no desaprovechó esta primera oportunidad en el torneo.  
    Esos quince minutos finales me recordaron la tarde del ´89, en cancha de San Isidro. Faltaban tres fechas y llevábamos un punto al verde, que en su Coliseo quería encaminar el bicampeonato. Castro pitó todas para el local. Cuando lesionaron a nuestro arquero y lograron la expulsión de dos de nuestros defensores, comprendimos que estábamos ante la tarde que definiría nuestra suerte. Benavídez, nuestro DT, maestro y amigo, sacó a Rodríguez. El delantero había dicho en el vestuario, antes de comenzar el partido, que si sacábamos un empate debíamos estar contentos. No era una jornada para satisfacciones mediocres. Por él entró Garavaglia, un perro de presa que no se guardaba nada. Jugamos media hora contra todo y contra todos. Ese punto nos sirvió para mantener la diferencia y llegar bien hasta la fecha final para ser campeones en Boleteros. Pero sobre todo sirvió para aprender que, para ser un equipo de verdad, no solo hay que tener una buena estrategia de juego, jugadores con calidad técnica y táctica y buen estado físico. Se necesitan corazones que se entreguen a pesar de las adversidades; que sean capaces de arriesgar el cuerpo y dejar hasta el último suspiro; que no teman pasar la semana a media máquina, con hielo en las piernas; que pongan todo, porque ven que el compañero se exige al máximo y con su esfuerzo nos anima y nos obliga a ser como ellos. Esa tarde, nos recibimos de futbolistas.
    El cierre de la tarde en el Ramiro I nos entregó un mar embravecido chocando contra las rocas. Los chicos de Southowns supieron que en el fútbol, a veces dos más dos no es cuatro. Los de Belgrano, seguramente pueden mirarse a la cara con respeto, gratitud y orgullo.

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