San Borombón 0 vs 0 Monte Azul
Finalmente se dio una salida con Brenda, la prima de mi
amigo el Mosca. Salimos a tomar unas cervezas al bar más canchero de González,
"Kheops". Entre trago y picada la hice reír mucho. Fue una noche
soñada, me salían todos los chistes y ella festejaba cada una de mis pavadas.
La pasé muy bien, ella me dijo que también.
Fue por esa razón que la noche del sábado no dormí
absolutamente nada.
En la casa del Mosca el domingo hubo asado. Vinieron sus
tíos, padres de Brenda y ella. Yo estaba tan nervioso con la reunión que casi
me olvido del partido.
El Mosca me pegó un codazo y me dijo "che, ya
tendríamos que rumbear para la cancha". Miré el reloj y faltaba más de una
hora y media. Se lo hice notar. "Tenemos que pasar a buscar a un
amigo", me contestó mientras masticaba.
Lo maldije por dentro.
Salimos para el lado contrario de donde se encontraba la
cancha. Hicimos unas veinte cuadras, o más, y llegamos hasta una edificación de
tres pisos. La fachada nunca había conocido la pintura, sus paredes eran de un
color gris oscuro producto del deterioro que presentaba.
El Mosca tocó bocina. A los minutos salió un tipo caminando
con dificultad por un pasillo cruzado por sogas cargadas de ropa. El hombre
parecía algo mareado. Cuando subió a la camioneta me di cuenta que era por
culpa de una ingesta de vino. Contaminó toda la cabina.
- Che, Iseka, este es mi amigo de Buenos Aires, Nacho.
El viejo asintió sin mirarme y partimos hacia el estadio.
A medida que cruzábamos el pueblo, vimos varios soldados
uniformados y vehículos militares circulando por las calles. Nos llamó mucho la
atención.
Llegamos al estadio. Había mucha
gente, mucha más que en las jornadas anteriores. El Monaguillo se mantenía en
segunda posición y la gente empezaba a acompañar al equipo tras ganar el clásico
por 3 a 0.
Nos ubicamos enseguida. El Mosca se sentó entre Iseka y yo.
El viejo sacó una máquina de escribir de un bolso rígido, una Smith &
Corona más vieja que la traición. El escándalo que hizo para que lo dejen
entrar al estadio con semejante bulto fue extraordinario.
Todavía no había empezado el partido y el tipo ya estaba
tipeando. Presionaba las teclas con mucha fuerza y el ruido a repetición de
esos golpes no me dejaban escuchar los cantitos. A nadie parecía llamarle la
atención en lo más mínimo. Yo no podía sacarle la vista de encima.
El partido comenzó y yo me seguía preguntando que carajo
escribía. ¿Trabajaría él tambien para Goleada Informativa y no me habían dicho
nada? ¿Publicarían la mejor crónica del partido y esto era una competencia
entre el viejo y yo?
A los 20 minutos del primer tiempo y gracias a un sablazo de
Mori que acarició el travesaño, me di cuenta que Iseka no miraba el partido. No
levantaba la vista del teclado de la máquina. Parecía que disparaba en lugar de
escribir. Y a partir de ahí presté atención al partido.
Algunos minutos después se dio un hecho inédito, por lo
menos para mí, y desde el arco donde defendía el arquero de Monte Azul,
apareció una mujer corriendo por la cancha. El juego se detuvo el público
estalló en una ovación y la mujer con el torso totalmente desnudo corrió hacia
el arco local. Sus pechos bamboleaban y en su piel parecía llevar una leyenda
escrita con pintura o maquillaje, aunque desde la distancia desde donde yo me
encontraba parecieran cicatrices.
De inmediato al menos diez individuos vestidos con trajes
herméticos de color blanco corrieron para interceptar a la mujer. Lo hicieron
en tres cuarto de cancha. Y la tiraron al suelo tratando de inmovilizarla.
Iseka seguía escribiendo a un ritmo más acelerado y parecía
que lo hacía con los ojos cerrados. Estaba poseído, o al menos eso daba
impresión. El Mosca aullaba de euforia por la situación inesperada, parecía
excitado con todo esto. Yo no podía quitar mi atención de aquello que sucedía
en el campo de juego.
De repente, el cielo que hasta ese momento estaba
parcialmente nublado, se tapó de nubes negras. No había viento, eso era aún más
raro. La gente permanecía de pie y tambien todos parecían mirar el cielo.
En un momento me di cuenta que estábamos todos rodeados con
militares que llevaban puesto lentes de sol. El clima se puso frío y
permanecimos todos quietos en sus lugares. Se escuchó un acople en los
parlantes del estadio y a continuación una voz mecánica con marcada acentuación
alemana informaba lo siguiente:
"Comunicado Nº 1: Se comunica a la población que, a
partir de la fecha, el pueblo de General González se encuentra bajo el control
operacional de la Junta Militar de Soria...".
La gente exclamó y un estremecimiento nos atravesó a todos
los presentes, locales y visitantes. El Mosca se me arrimó y me preguntó al
oido:
- ¿Y ahora que hacemos?
Lo miré y estaba muerto de miedo. Por primera vez lo veía
asustado. Estaba pálido. En ese preciso momento se nos vinieron encima con
caballos y palos. Lo curioso de todo esto es que Iseka seguía escribiendo como
si aún estuviera en Democracia.
...
A los golpes me despertó el Mosca. Me había quedado dormido
en su sillón. Estaba totalmente impresentable ante la vista de Brenda y sus
padres. Me quería matar.
- Dale, bella durmiente. Levantate que tenemos que ir a la
cancha.
La cancha. Todo había sido un sueño. O una pesadilla.
- ¿Tenemos que pasar a buscar a alguien? -le pregunté.
- Si, a tu vieja.
Estalló en una carcajada y me palmeó la espalda con fuerza.
Rei junto a él.
Nos esperaba un aburrido empate en cero con Monte Azul. Pero
eso, aún en lo doloroso que fue para los ojos, era mucho mejor que militares
corriendo y atacando a la gente en un estadio de fútbol.
Nacho LaMadrid
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