miércoles, 20 de mayo de 2020

No te vayas Giuseppe

Ciclone 19 0 vs 1 Fuxia


-“Señores, a partir de ahora jugamos cinco minutos más”, gritó el árbitro Cenobio con su mano derecha abierta al cielo. En el banco local seguían creyendo… en el visitante puteaban y se agarraban la cabeza.



-Adónde vas Giuseppe...?

-Voy a abrir el club, y de paso voy preparando las cosas para cuando lleguen los muchachos…además, cómo jugaron hoy pueden estar tres meses más sin meter un gol… hoy había que ganar Adriano, pero no se nos cayó una idea.

Un renegado Giuseppe de 63 años, pieza fundamental de la única vuelta olímpica del club en aquel 1985, pegó media vuelta, mitad caliente y mitad resignado, y enfiló hacia la salida del estadio, que está a escasos metros de la cabecera local. Además se cagaba, y geográficamente le quedaba casi tan cerca el baño del club como el de la cancha. Razón para creer en el 0-0 para sus adentros no le faltaba. Su amado Ciclone 19 y Fuxia (que llegaba como uno de los peores de la tabla) habían jugado un partido horrible. En el cierre del primer tiempo hubo una situación digna de un récord Guinness: una avalancha de público por un centro atrás que no pasó ni a tres metros de otro jugador del local. Fue la única excusa que encontraron los hinchas para aligerar un sistema nervioso adormecido. Ningún tiro al arco, ninguna buena jugada, ningún nada.

Pero qué es lo que pasó. ¿Confianza excesiva acaso en el Ciclone? A juzgar por la tabla de posiciones habiéndose diputado 5 fechas, el cruce con Fuxia debía ser un mero trámite. Algo así de simple como tomar un mate o desenvolver un caramelo. Una cuestión de sentarse y entrarle al chori con la coca y mirar “los goles de Moreno que ya van a venir”… y que los de enfrente preparen la canasta.

Pero no. La de esta tarde es otra historia. De esas bien futboleras, que escapan a toda lógica, como no podría pasar en otro deporte. De repente, las cosas no salen, Fuxia sabe cómo romper el circuito de juego de los Tanos, y éstos a su vez caen una y otra vez en el tejido armado por los del Barrio. Al fin y al cabo, las dos líneas de cuatro de Gustavo Ornelli están armadas para eso. Para destruir y marcar, y volver a destruir… el DT cree en eso, se aferra a su esquema y si viene un gol a favor, bien gracias, mejor todavía.

“Nunca iría a ver al Atlético Madrid, deja un mensaje nefasto para todo el fútbol”, dijo Ángel Cappa días atrás en alusión al juego del equipo del Cholo Simeone. Pues bien, si Cappa viera por momentos el juego de Fuxia qué diría. Pero Ornelli se pasa por los huevos el lirismo y la opinión de los paladares negros.

El 0-0 ya era un negocio redondo para Fuxia y por eso cayeron tan mal esos cinco minutos adicionados. Pero lo mejor estaba por venir. Un córner a los 48 minutos 30'' del ST fue un poco de agua en el desierto para Fuxia. Sólo dos jugadores tuvieron la osadía de invadir el área de Ciclone, Ibauza y Rizzi, que casi más ingresaron a la misma con la cabeza gacha, sabiendo que las posibilidades de ganar esa pelota aérea eran mínimas. Pero no contaban con el rebote y la astucia de Cristaldo, un veterano de 29 años y un puñadito de goles en Primera, quien faltando un cuarto de hora reemplazó a Rosignoli y en este instante tuvo su momento de luz. Tomó el rechazo ineficiente del zaguero Ortiz con un zurdazo desde la medialuna que se fue a colar al ángulo superior derecho del golero, cuando a esta altura de los acontecimientos, Giuseppe buscaba alivio en el baño de la sede del club, mientras puteaba solo como un loco escuchando por radio el relato del Viejo de la Boina, ese tipejo interminable que acompaña al Ciclone con sus narraciones desde la cabina-andamio hace unos 40 años.

Cuando Cristaldo vio que la globa embarazaba la red de Baroletti, quedó ciego de alegría, se levantó la camiseta para mostrar debajo una remera con la foto de su mamá (hay que tener la confianza por las nubes para pensar en goles con dedicatoria cuando sos suplente y tenés pocos minutos de acción) y salió alocado a colgarse del alambrado.

En el otro extremo de la cancha, Adriano pensó enseguida en Giuseppe. Fue en ese preciso momento cuando recordó que en un clásico ante Gral. González de dos o tres años atrás había pasado algo similar. El equipo ganaba 1-0 y faltando tres, más el descuento, Guiseppe se había ido al club para empezar a acomodar no sé qué mierda. Momento en el cual los de González empataron el clásico con la chilena inolvidable de Stornelli. Al final, era un recuerdo funesto el de Giuseppe yéndose antes.

Con el pitazo final de Cenobio, la locura se apoderó de los parciales visitantes y de sus jugadores. “Vamos Barrio vamos, ustedes pongan huevos que ganamos…” cantaban al unísono. Sí, la despedida del San Cristóbal era con plena algarabía y con un pequeño homenaje a Sergio Denis con la melodía del “Te quiero tanto”.

Del otro lado, las horas post partido transcurrieron en el club, metegol va, truco y mus viene. Los Tanos sentían el gusto amargo de la derrota, la imposibilidad de seguir siendo punteros y otra piedra que se cruzaba en la persecución de ese sueño que no se da desde 1985… pero la picadita y el trago en la sede no se posterga por nada.

Se hicieron las 2 de la mañana y se habían ido casi todos, sólo quedaban Giuseppe, Adriano casi mamado y el perro del club.

-Giuseppe, -expresó imperativo Adriano, mientras agitaba el culito de tinto que le quedaba en el vaso y eructaba fuerte-, sabés una cosa… yo no creo mucho en estas boludeces, pero por las dudas, no te vayas más de la cancha cinco minutos antes forro, quedate hasta el final…

Agustín Betancor

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